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Grabadas en la Retina

Westworld

  • Israel Santiago
  • 11 abr 2017
  • 4 Min. de lectura

El despertar de la conciencia

En febrero de 2001 se anunció que el genoma humano no contiene cien mil genes, como se creía en un principio, sino sólo treinta mil. Esta sorprendente revisión llevó a los científicos a pensar que no existen suficientes genes humanos para todos los tipos diferentes de comportamiento, por lo que nuestro carácter debe de formarse a partir del entorno o del ambiente, no de la genética.

Este importante descubrimiento científico que uso como introducción puede aplicarse perfectamente a los "Anfitriones”, habitantes de Westworld, un parque temático ambientado en el salvaje oeste y que usa a robots con apariencia humana para sufrir los caprichos de turistas ricos, los "Huéspedes", quienes podrán llevar a cabo sus macabras fantasías por encima del bien y del mal.

En esta maravillosa historia de ... ¿ciencia ficción? nos daremos cuenta de que lo que realmente nos hace humanos no es la piel ni nuestros órganos internos sino la conciencia de nuestra existencia y de eso saben mucho Dolores y Maeve, dos anfitrionas, si, dos robots que a pesar de tener una vida programada, metódica y llena de bucles que le es reprogramada diariamente por los técnicos de Delos, la empresa responsable de Westworld, adquieren poco a poco conciencia en el más estricto sentido de la palabra y… claro, como podréis imaginar…la rebelión está servida.

No podríamos estar hablando de esta serie de no haber existido el genio creativo de Michael Crichton, escritor detrás de éxitos como Parque Jurásico y que en 1973 escribió y posteriormente dirigió para la gran pantalla el excelente film "Almas de Metal” (Westworld) con un antológico Yul Brynner ejerciendo de pistolero robot desbocado y fuera de control que sembraba de terror el referido parque y que supuso todo un referente e inspiración para James Cameron y su Terminator. Lo que no sabe todo el mundo es que Yul Brynner repetiría el papel en una secuela inferior a la original en 1976 titulada Mundo Futuro y que sería la primera película en utilizar efectos gráficos tridimensionales generados por ordenador.

Los responsables de esta adaptación televisiva son Jonathan Nolan y Lisa Joy quienes han creado un universo mágico, inmensamente rico en matices y tramas que se enredan en un laberinto que ha ingeniado su principal personaje, John Ford, interpretado de forma magistral por un elegante y sereno Anthony Hopkins, artífice de todos los anfitriones junto a su antiguo socio Arnold.

Por el árido paisaje de Utah, lugar de rodaje de la serie, veremos desfilar al despiadado huésped encarnado por Ed Harris que será el "vía crucis" particular de Dolores, la joven y bella anfitriona con los rasgos de la estupenda actriz Evan Rachel Wood que será la primera en realizar un acto tan humano e instintivo como espantar una mosca en una escena memorable y que nos advierte sobre el devenir de la serie.

Maeve es la otra anfitriona que desempeña un papel fundamental en este despertar de la conciencia y le da vida de forma brillante la bella actriz Thandie Newton interpretando a la madame del burdel de Westworld donde los huéspedes sacian sus instintos más primitivos.

Encargado de reprogramar y supervisar todas las líneas narrativas a las que están sujetos cada uno de los anfitriones (robots) del parque se encuentra Bernard Lowe (Jeffrey Wright) como jefe de la División de Programación de Westworld y creador de personas artificiales.

Los interrogatorios y test a los que son sometidos los anfitriones antes de reincorporarse a su rutina diaria nos ofrecen momentos brillantes de pura actuación.

¿Que nos ofrece Westworld que no hayamos podido disfrutar antes en cine o tv? Una originalidad apabullante en cuanto a cómo abordar el tema de la robótica e inteligencia artificial, unos diálogos tan exquisitos como sus personajes los cuales conforman un mosaico inigualable gracias a la estupenda labor de todo el reparto, un argumento que supone todo un desafío para los más sibaritas amantes de giros de guion, desenlaces inesperados y dispuestos a sumergirse en debates eternos y por encima de todo y todos; Anthony Hopkins y Ed Harris.

Ellos son los pilares de la serie, sin su magnética y seductora presencia el soleado escenario de Westworld quedaría grisáceo y no puedo ignorar la estupenda banda sonora compuesta por Ramin Djawadi quien además de regalarnos una de las mejores cabeceras de la historia de tv se atreve, en una secuencia antológica y anacrónica, con una versión muy particular de Paint in Black de The Rolling Stones. Todo un lujo y una frivolité.

La serie invita a la reflexión y a plantearnos el dilema ético-moral de actuar como dioses ante seres de nuestra propia creación que por alguna razón adquieren conciencia propia y quieren ser dueños de su propio destino y no vulgares marionetas en el "teatro" de Westworld. ¿Acaso no somos nosotros también el resultado de una maquinaria donde cada engranaje realiza una función específica? Responderos a vosotros mismos en silencio y hablando con vuestro "yo" interior mientras leéis una frase que os dejo a modo de despedida y que dijo el padre de la Inteligencia Artificial, Marvin Minsky, en la revista Life (noviembre de 1970) ...

"Cuando los ordenadores tomen el control, puede que no lo recuperemos. Sobreviviremos según su capricho. Con suerte, decidirán mantenernos como mascotas".

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